Palacio de los Leones - Guía de la Alhambra



Palacio de los Leones

En este palacio el arte nazarí alcanza su máximo esplendor, en el que se alcanza una belleza de una sensibilidad y armonía incomparables, donde la luz, el agua, el colorido, la decoración exquisita, convierte a este palacio en una maravilloso placer para los sentidos, en el que se deja atrás el periodo anterior de decoraciones más abstractas y geométricas para dar paso a un estilo más naturalista, sin duda influjo de lo cristiano, acrecentado por la amistad que mantuvieron Mohamed V y Pedro I, el Cruel, por aquel entonces monarca cristiano.

Cuando Mohamed V sucedió a su padre Yusuf I (1377), no se limitó a terminar las reformas que éste había comenzado, sino que comenzó a construir lo que sería su gran obra, el magnífico legado que nos dejó en la Alhambra: el Palacio de los Leones. Este palacio constituía las estancias privadas de la familia real, y se construyó en el ángulo que forman los Baños y el Patio de los Arrayanes.

El palacio está compuesto por un patio central rodeado de galerías de columnas a modo de claustro cristiano, que permite el acceso a distintas salas: al oeste la de los Mocárabes, al este la de los Reyes, al norte la de Dos Hermanas, Ajimeces y Mirador de Daraxa y al sur la de los Abencerrajes y el Harén. No hay ventanas que miren al exterior, pero sí hay un jardín interior como corresponde a la idea musulmana del paraíso. Lo que hoy es tierra en el patio, fue jardín. De cada sala fluyen 4 arroyos que van al centro: los 4 ríos del paraíso. Las columnas se unen con paños calados que dejan pasar la luz. Fustes cilíndricos muy delgados, anillos en la parte superior, capiteles cúbicos sobre los que corren inscripciones. Las planchas grises de plomo son amortiguadores para los terremotos. Los dos templetes que avanzan a los dos lados opuestos del patio son como un recuerdo de la tienda de campaña de los beduinos. Son de planta cuadrada, decorados con cúpulas de madera que se apoyan en pechinas de mocárabes. El alero es obra del siglo XIX. Toda la galería está techada con artesonado de lacería.



Sala de los Mocárabes

El Palacio de los Leones se estructura en torno a dos núcleos de vivienda y dos espacios de representación, ambivalentes. De estos últimos, el primero en reconocerse es la Sala de los Mocárabes que debió servir de habitación vestibular o de recepción, al encontrarse próxima a la entrada principal del Palacio.

A ella se accede por tres grandes arcos de mocárabes, ricamente decorados, que le sirven de iluminación y aireación, además de permitir desde el interior una bella perspectiva del patio.

Su denominación procede de la bóveda que originalmente cubrió la estancia. Esta bóveda debió ser de una extraordinaria riqueza decorativa y que, dada su fragilidad material, el yeso, sufrió de manera irreparable las consecuencias de la explosión de un cercano polvorín en 1590, siendo derribada y sustituida parcialmente por la que actualmente subsiste, en el siglo XVII, con motivo de una visita a Granada del Rey Felipe V.

Complementario a la Sala de los Mocárabes debió ser el retrete situado junto a ella, al que se accedía por la puerta frontera a la entrada del Palacio.

La sala de los Mocárabes es la más sencilla de todas las salas del Cuarto de los Leones. Se encuentra a la entrada antigua del palacio, y su nombre se debe a la bóveda de mocárabes que la cubría, y que fue demolida debido al mal estado en que quedó tras la explosión de un polvorín en 1590. Se dividió la sala en dos partes: la parte izquierda se cubrió con una bóveda elíptica y se separó, sobre 1636, de la derecha con una reja. En sus paredes se pueden observar fajas de yeserías entre las que se encuentran el escudo y el lema nazarí. Desde 1863 se pueden observar los restos de la bóveda original. Pervive en parte otra cristiana de medio cañón en la que están señaladas la F y la I, pero no corresponden a las siglas de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, sino a Felipe V e Isabel de Farnesio que vinieron a la Alambra en 1729. Esta sala, situada justo al lado de la entrada medieval, pudo ser el zaguán de espera para los invitados del sultán en fiestas y recepciones. El acceso al Patio de los Leones se hace a través de tres arcos de mocárabes.



Sala de los Abencerrajes

Se encuentra situada frente a la Sala de Dos Hermanas, y su nombre se debe a que la tradición popular asegura que en esta sala fueron degollados los caballeros Abencerrajes, aunque los autores no se ponen de acuerdo sobre qué monarca ordenó su ejecución.

Esta sala fue alcoba del sultán. Al ser cuarto privado no hay ventanas al exterior. Los muros están ricamente decorados. El estuco y los colores son originales. El zócalo de azulejos es del siglo XVI, de la fábrica Sevillana de azulejos. La cúpula está decorada con mocárabes, en el suelo, en el centro, una pequeña fuente servía para reflejar la cúpula de mocárabes, que al estar ricamente decorada, conseguía una luz encantadora y mágica, pues al entrar la luz por la parte superior iba cambiando según las distintas horas del día. De la pila baja sale un canalillo que conduce el agua hasta la fuente de los Leones.

La Sala de los Abencerrajes tiene una gran historia. Se dice que 36 caballeros murieron aquí cuando Boabdil los sacrificó. Los Abencerrajes eran muy populares en la ciudad y eran la personificación de todo es noble y es caballeresco. El ejército no tenía igual. Aunque probablemente no sea la verdad que el rey los sacrificó, hay un rojo, el color de sangre, entre las baldosas del suelo en esta sala.

La entrada a la sala presenta dos arcos separados por un corredor que comunica con el piso alto, a la izquierda, y con el vestíbulo de la entrada primitiva al palacio, a la derecha. El cuadrado central de la sala posee alcobas en sus laterales, con arcos decorados de manera exquisita cuyas columnas poseen capiteles azules, y techos con pinturas. Las paredes presentan cubiertas de yeserías y un zócalo de azulejos del siglo XVI, de estilo renacentista. Sobre ocho trompas de mocárabes encontramos una magnífica cúpula también de mocárabes. En estas trompas podemos leer la siguiente inscripción: «No hay más ayuda que la que viene de Dios, el clemente y misericordioso». Las ventanas situadas en el comienzo de la cúpula dejan pasar una luz tenue que ilumina sus mocárabes, dándole un aspecto mágico. El piso alto parece que estuvo dedicado al Harén (harim), y por tanto era un espacio exclusivamente femenino. Un extraordinario mirador, abierto al patio por tres arcos, que tendría en su época una celosía, permitía la contemplación de las concubinas del mismo sin originales de esta sala, con un labrado extraordinario. La sala de los Abencerrajes pudo ser la estancia de fiestas en el invierno, aislado por sus gruesas puertas de madera y calentado por los braseros de cerámica o piedra, y las concubinas bajarían desde el Harém superior cuando el sultán las requería.



El Harén

El Harén era un espacio exclusivamente femenino. Un extraordinario mirador, abierto al patio por tres arcos, que tendría en su época una celosía, permitía la contemplación de las concubinas del mismo sin originales de esta sala, con un labrado extraordinario.

Al contrario de lo que popularmente se piensa que era un Harén, éste no es más que el hogar del mandatario, donde no hay recepciones oficiales, ni protocolo, en definitiva, donde el monarca desarrollaba su vida familiar dentro del palacio, lejos de la idea de que el Harén era donde el sultán mantenía a sus esposas alejadas del resto del mundo, constantemente vigiladas por una corte de eunucos, y donde sólo el sultán tenía el acceso permitido. Muy al contrario, la tradición dice que un día Mahoma se encontraba jugando con sus nietos, pero el profeta recibía muy a menudo y sin previo aviso visitas de amigos y fieles. Así que aquél día un grupo de fieles llegó a visitarlo sin avisar y descorrió la cortina tras la que Mahoma se revolcaba en el suelo con los niños. Parece ser que el sorprender al gran maestro en aquella actitud no fue del agrado ni del profeta ni de sus discípulos, por lo que, tras aquel incidente, Mahoma empezó a hablar a sus seguidores de que era necesario habilitar una parte de la casa para uso exclusivo de la familia, donde estuviese prohibida la entrada a los visitantes.



Sala de los Reyes

Ocupa todo el lado oriental del patio. Llamado así por la pintura que ocupa la bóveda del cuarto central. Es la sala más larga del Harén, dividida en 3 cuartos iguales y dos pequeños que pudieran ser armarios, por su emplazamiento y falta de iluminación. Probablemente destinada a fiestas familiares.

Esta sala se la denomina de los Reyes por el tema de una pintura que podemos observar en la cúpula central. También se la llamó de la Justicia y del Tribunal a partir del siglo XVIII. Se accede a ella desde la cabecera del Patio de los Leones por tres pórticos con arcos triples de mocárabes y decorados con rombos calados, sostenidos por finas columnas. Por su disposición, la sala queda dividida en siete partes: tres habitaciones cuadradas, separadas por dos tramos rectangulares y alcobas en los extremos. En las habitaciones cuadradas se observan cúpulas de mocárabes y se accede a los tramos rectangulares que las separan a través de arcos dobles, tramos que también poseen bóvedas de mocárabes, al igual que las alcobas. Toda esta distribución y decorados realzan la luz que penetra en la sala, en la que se contrasta la pesadez de los arcos con la delicada ornamentación de sus muros, compuesta por inscripciones, así como por un zócalo de alicatados que rodeaba la sala, del que sólo quedan dos fragmentos.



Sala de Dos Hermanas

La sala de las Dos Hermanas presenta un espacio central de planta cuadrada, con función de mexuar o sala del consejo de visires, cubierto con cúpula de mocárabes sobre tambor octogonal, flanqueado por tres salas laterales, y al fondo se abre el mirador de Lindaraja, como sala del trono, desde el cual, porque los jardines con su fuente se hallaban abiertos sobre Granada antes de las reformas del emperador Carlos V, el sultán podía contemplar la capital del sultanado.

Aunque quizás podamos pensar que el nombre de esta sala provenga de alguna leyenda o hecho acaecido en ella, el nombre de esta sala se debe a dos grandes losas gemelas de mármol que se encuentran en el piso de la sala. Esta sala era el centro que una serie de habitaciones que servían de residencia a la Sultana y su familia real, y se sabe que la madre de Boabdil vivió aquí con sus hijos, tras ser repudiada por Muley Hacén.

La sala de las Dos Hermanas fue construida por Muhammad V durante la primera parte de su reinado (entre 1354 y 1358) y tiene la función de nuevo mexuar del sultán, cuyo trono queda emplazado en el mirador de Daraxa o Lindaraja. Este mexuar de la sala de dos Hermanas tenía función representativa y de aparato, ya que un segundo mexuar con funciones administrativas, que se hallaba anexo, ha desaparecido. En este momento (1362) no se había construido el resto del palacio de Leones, ni el patio ni las demás salas, que debieron edificarse a partir de 1363.

La sala es cuadrada, con techos de lazo y alcobas que comunican con las Habitaciones de Carlos V y, a través de un balcón, con los Jardines del Partal. La entrada a la sala se realiza a través de un arco semicircular festoneado, que conserva las puertas de madera originales. A través de un pasadizo podemos llegar a los aposentos altos, con techos labrados en el siglo XVI. A la cámara del mirador se accede a través de tres pequeños arcos, con mocárabes en los arcos laterales y albanegas labradas en el central. A través de sus ventanas podemos tener una vista del Patio de los Leones.

El pavimento de la sala, de mármol, posee una pequeña fuente con surtidor y un canalillo que conduce el agua hasta el patio de los Leones. El elemento más impresionante de la sala, por su belleza y perfección, es la cúpula de mocárabes que encontramos en su techo, en la que la iluminación ha sido perfectamente estudiada, mediante la abertura de ventanitas laterales, convirtiendo la cúpula en una preciosa flor de una riqueza exquisita, que Ibn Zamrak ya dejó recogida mediante un poema del que podemos encontrar un fragmento sobre un zócalos de azulejos, con irisaciones metálicas. Las paredes de la sala están cubiertas de unas finísimas yeserías con diversos temas, entre los que podemos encontrar tanto el clásico lema de los nazaríes «Sólo Dios es vencedor» como, por ejemplo, unas manos cerradas.



Sala de los Ajimeces

Se le llama así a esta sala por los balcones gemelos de su pared norte, que se asoman al jardín. La sala, que comunica con la Sala de Dos Hermanas y con el Mirador de Daraxa es rectangular y está cubierta por una cúpula de mocárabes, rehecha en el siglo XVI. Sus paredes están decoradas con yeserías con inscripciones religiosas y escudos con el lema nazarí. Un friso rodea la sala bajo la cúpula con una inscripción que reza: «La ayuda y protección de Dios y una victoria espléndida sea para nuestro señor Abu' Abd Allah emir de los muslimes».

Esta estancia recibe su nombre de los cierres que originalmente debieron tener las ventanas geminadas situadas en los ejes de los lados mayores.

Los ajimeces eran balcones volados de madera con celosías, muy utilizados en la arquitectura nazarí, de los que apenas quedan ejemplares aunque se han mantenido, por sus propias características, en algunos conventos de clausura y en la arquitectura popular andaluza, dando lugar con otros materiales, a numerosas variedades.

Se accede a esta Sala a través de un gran arco angrelado, abierto en el muro, en cuyo intradós aparecen las habituales tacas nazaríes. La decoración mural de la Sala, en la parte superior, es a base de yeserías policromadas, quedando la zona inferior sin decoración, probablemente para recibir un tapizado. La bóveda de mocárabes fue rehecha en el primer tercio del siglo XVI.



Mirador de Daraxa

Tras un proporcionado arco de mocárabes aparece uno de los elementos más bellos y ponderados de los Palacios de la Alhambra: el mirador de Lindaraja, denominación adaptada al castellano de al-'Ayn Dar Aisa, los «ojos de la casa de Aisa», pues en época nazarí era una atalaya abierta al paisaje, ante la que se extendía un jardín bajo.

El umbral del arco de acceso posee los alicatados más agraciados de la Alhambra por su reducido tamaño y ejecución; sobre ellos, las tradicionales tacas se ven sustituidas por sendos arcos ciegos.

El paramento interior del mirador es un resumen perfecto del concepto proporcional en el diseño decorativo arquitectónico nazarí que ha llevado a algunos autores a considerarlo el exponente más claro de un posible «barroco nazarí».

Bajo un arco ciego de mocárabes se desarrolla toda una decoración en yesería policromada, básicamente epigráfica, que enmarca una ventana con doble arco y parteluz que al igual que las ventanas laterales, están situadas en puntos muy bajos para, sentados en el suelo, divisar el paisaje.

Una falsa cubierta con cristales de variados colores, verdadera joya documental, culmina la parte superior de la estancia, probablemente el espacio con un carácter más áulico del Palacio de los Leones.



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